No sé si es el tiempo u otras vidas, pero te conozco. Quizás nos hemos cruzado en algún rincón de esta ciudad, compartimos un sueño o nos sentamos espalda con espalda en algún vagón del metro. Quizás es el dolor de nuestras almas que se inquietan y se admiran en la oscuridad.
Te escucho en mi mente y me entrego en tus brazos como si fueran pedazos de una vieja casa empolvada a la que llamamos hogar. Somos algo que no tiene nombre ni figura, nacimiento o sepultura de un instante al cual no pienso renunciar.
Me pierdo en un segundo solitario del presente. Se encienden las llagas del pasado que me aterran y se aferran al tormento del adiós. Me despojan de mis huesos y me entregan a la irrealidad. Me voy, me olvido, me encierro de nuevo...
Pero es tu voz, verso de aquella inocencia, abrazo tibio de nuestra existencia, la que me canta al oído que somos tú y yo. Ya no quiebra el miedo, he vuelto de nuevo al lugar al que pertenece mi corazón.
20 de septiembre de 2021 | CDMX, México
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