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Foto del escritorAnna Fiori

Microcuentos de Terror



Sus ojos veían la luz eterna, sentía poco a poco cómo se desprendía su piel, cómo su voz se transformaba en silencio, cómo el olor a su propia carne quemándose desaparecía mientras el fuego devoraba los restos de sus órganos. Aún veía la luz de las llamas, alterando pensamientos para creer que era la luz al final del túnel.


- ¡Te digo que te quedes en la habitación y no me dejes sola!

- Ya no puedo con esta situación, ¡no puedo seguir complaciendo tus exigencias!

- Sabes que si te vas, van a saber lo que hiciste, no tienes más opción que complacerme.

- ¡Está bien! sólo por esta noche, una noche y nada más…

Él abrazó de nuevo el cuerpo de su esposa, después de 4 días de haberla asesinado.


No podía más, la labor de parto había comenzado, era un dolor que no había sentido con su primera hija. En el húmedo sótano, esperaban dos hombres cubiertos con trajes especiales. Los gritos “in crescendo” se mezclaban entre ríos de lágrimas, hasta que el aterrador silencio envolvió el lugar. La bestia había nacido, junto con él, las entrañas expuestas de su propia madre.


La brisa del mar y el olor de la sal, el castillo de arena que se ha llevado la ola, los juguetes esparcidos por la playa. Esas eran las cosas que al pequeño Alex le fascinaban del verano.

- ¡Los amo! ¡Gracias por estás vacaciones! – Dijo mientras apretaba la mano de su padre.

- ¡Lo hizo! ¡Juro que lo hizo! ¡Juro que apretó mi mano! – Gritó el padre a la enfermera.

La mujer le miró con tristeza. El doctor le dijo que era imposible que su pequeño hijo saliera del coma después de 1 año del accidente en carretera.


- ¡Shhh! Deja de estar llorando, te cambiamos el color y corte de cabello, deberás usar esta ropa y de ahora en adelante te llamarás Nina. Nunca volverás a ver a tu familia ni seres queridos, no hay forma de que puedas regresar. Así que acostúmbrate a tu nueva vida. ¡Cállate ya! ¡Vístete ahora y ponte a trabajar! Que los clientes te esperan…


Las ventanas cerraron de golpe, un fuerte viento azotaba contra las paredes y todo se tornaba gris. El espíritu del hombre viejo entró a mi habitación y me sujetó fuerte de los brazos. El despertador sonó, prendí la luz y agradecí con un suspiro que todo era un sueño. Mi mañana era como cualquier otra hasta que miré las marcas en mis brazos.


Todos me miran en la sala, cierro los ojos y vuelvo a despertar, siempre con las luces enterrándose en mis pupilas. Me miran mientras me elevo, vuelvo la vista y estoy ahí, con la cabeza de un lado y el cuerpo mutilado del otro. Ellos sólo me miran mientras me voy y escriben en sus hojas los resultados del experimento.


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